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25 de septiembre de 1962

  • Joel Serrano Gimenez
  • 27 abr 2018
  • 3 Min. de lectura

Terrassa se estaba fragmentando. Su núcleo urbano empezó a experimentar un proceso similar a la división celular. Desde el incremento de la demografía que se inició a finales de la década de los 40 y principios de los 50, la ciudad se encontraba en una interfase latente. Este aumento respondía al éxodo urbano que estaba sucediendo en todo el país.


Una de las médulas que prevalecía se constituía de los barrios y distritos de Ca n’Aurell, Segle XX, Vellparadís y Escola Industrial, entre otros. Esta zona representaba el corazón histórico de Terrassa, el cual gozaba de una industria poderosa, con un sistema urbanístico que favorecía su actividad económica y estaba adornada con las hermosas viviendas de los dueños de las factorías.


En la otra cara de la moneda, se encontraba un conjunto de áreas suburbiales. Chabolas, cuevas y cobertizos de fabricación manual esparcidos por La Cogullada, La Maurina, Ca n’Anglada, Les Arenes, Can Boada y Poble Nou. En ellas residían los obreros y peones de las fábricas, la mayoría eran inmigrantes procedentes de otras comunidades de España. La construcción de estas áreas se produjo de forma anárquica, lejos de la supervisión de la administración urbanística.


Durante mañana del 25 de setiembre de 1962 el sol iluminó con claridad las dos dimensiones de la ciudad. Los rayos luminosos calentaban por igual las paredes de los edificios de un lado y otro. En aquel momento parecía que la naturaleza intentara aunar de nuevo Terrassa. Pero los caprichos del destino hicieron colisionar justo encima de la ciudad del Vallés las partículas aún calientes de agua marina con el frío aire procedente del norte y se produjo el fenómeno conocido como “gota fría”. Empezaron las lluvias torrenciales. A partir de las 10 de la noche se registró una cantidad agua de 223 i 240 litros por metro cuadrado que habría caído durante unas seis horas.


El diluvio arrasó más de 1.000 metros cuadrados del terreno situado entre el Besòs y el Llobregat y la ciudad de Barcelona. Los secos riachuelos de Terrassa se convirtieron en caudalosos corrientes de agua que arrastraban todo a su paso; árboles, piedras, maderas, ladrillos, etc. La riera de Les Arenes desbordó con facilidad destrozando así todas las casas que construyeron los obreros en los barrios de Les Arenes, Ègara y Ca n’Anglada. El puente que cruzaba la riera se obstruyó con los materiales que el agua había arrastrado formando un gran embalsadero. Pero la fuerza torrencial del agua terminó por derribar el dique.


La riera de Palau, que junto con la de Les Ares eran las más extensas, también desbordó. Afectó a los barrios periféricos de Poble Nou, Can Boada, La Maurina, etc. Las dos rieras habían cogido mucha fuerza, la cual trasladaron en el punto donde se unían. En esa misma zona se había formado un barrio obrero de autoconstrucción; el Barrio Nuevo. Unas ochenta viviendas mal construidas se situaban en el punto donde se dirigía toda el agua. En un primer momento la carretera de Rubí, que cruzaba la riera de Les Arenes logró parar el avance del agua gracias a un dique formado con los materiales arrastrados. Pero cuando este cedió, el aguado se abalanzó con una fuerza torrencial sobre el Barrio Nuevo destrozando así todas las casas.




Zonas de Terrassa donde afectaron las riadas (Fuente: Web del ayuntamiento de Terrassa)

327 personas fallecieron esa noche y otras 300 resultaron heridas. El 26 de setiembre de 1962 Terrassa se despertó destrozada, inundada y en ruinas. Pero volvía a ser una. La población se volvió a unir para recuperar la industrializada ciudad.



 
 
 

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