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Ramón Guinjoan: memorias de un bombero en las Riadas del Vallés

  • Andrea Martínez y Víctor Ruiz
  • 11 may 2018
  • 8 Min. de lectura

La noche del 25 de septiembre de 1962 Terrassa vivió uno de los episodios más trágicos de su historia. A partir de las cuatro de la tarde, comenzó a llover con intensidad. Nadie pensaba que aquella lluvia moderada comenzaría a hacerse más intensa y torrencial a medida que pasaba la tarde y hasta convertirse en una verdadera tromba de agua. Los bomberos recibieron muchas llamadas de teléfono para ir a sacar agua de los bajos, subterráneos de casas particulares y tiendas. A las 9 de la noche, desde el Parque de Terrassa se hizo sonar la sirena reclamando al personal libre de servicio y a los bomberos voluntarios formados por la Diputación de Barcelona. Pero, a medida que se sucedían las llamadas, más de 150 en un par de horas, ya no eran para sacar agua, sino para salvar a la gente que estaba quedando atrapada por la lluvia tan fuerte que estaba cayendo.


Nos hemos reunido con Ramón Guinjoan, un bombero voluntario ya jubilado que vivió las riadas del Vallés con tan solo 22 años. Hoy, tiene 78 y nos ha citado en el antiguo cuartel de la Guardia Civil de Matadeperas, donde tienen un pequeño despacho que guarda los recuerdos, las anécdotas y las vivencias de aquellos jóvenes que un día decidieron formar el cuerpo de bomberos voluntarios de Terrassa.

Cuando llegamos, él nos espera en la puerta con una gran sonrisa. Nos invita a pasar y entramos en aquel despacho diminuto que algún día fue la casa de un Guardia Civil y su familia. Se disculpa por la humildad y el tamaño del lugar. Y, enseguida, abre un álbum de fotos donde guarda recortes de periódicos e imágenes de aquella catástrofe que asoló el Vallés a principios de los años 60. Está convencido de que algún día todo esto formará parte de un museo.

Joan Guinjoan (Izq.) y Andrea Llobregat (Der.) Fuente: Víctor Ruíz

Ramón Guinjoan durante la entrevista en Matadepera


¿Cómo vivió las riadas del 62?


Fue como un servicio cualquiera porque cuando eres bombero nunca sabes lo que te vas a encontrar. Esto pasó la noche del 25 de septiembre del 62. Por la tarde ya empezó a llover en toda esta zona, sobre todo en el macizo montañoso de San Lorenzo, que ahora es el parque natural. Cada vez más fuerte y con más contundencia. Agua, agua, agua. Eso hizo que en las rieras se acumulara una cantidad de agua que fue a parar a la riera de las Arenas que decimos nosotros y entonces, fue brutal por la noche lo que bajó hacia Terrassa. Los bomberos empezaron a salir enseguida y ya no se paró en unas cuantas semanas. En la Rambla, donde antiguamente pasaba la Riera del Palau, la situación era apocalíptica. El agua se llevaba todo lo que encontraba a su paso: coches, árboles, palos de electricidad, bares, viviendas e industrias. La situación era tan extrema que veías a personas que intentaban cogerse a las rejas de las casas para salvar su vida.


¿Pensasteis que las lluvias desembocarían en tales inundaciones?


Yo la verdad es que no estaba aquí, estaba haciendo la mili en Mallorca y la tormenta esta también pasó por allí. Me acuerdo de que tuve que rescatar a una alemana que se había quedado atrapada en los bajos de un hotel y pensaron que se había ahogado. En aquellos momentos, con un transistor me estaba enterando de todas las noticias que había allí por Radio Barcelona y entonces, entendí la magnitud que todo esto había cogido.


¿No volviste en ningún momento?


Sí, sí, al cabo de dos o tres días ya estaba yo aquí. Vine con la gente de esta zona, con 8 más. Tuvimos unos 10 días de permiso y, además, a mí me reclamaron desde aquí como bombero. En aquellos momentos, en la provincia de Barcelona habíamos creado el primer cuerpo provincial de bomberos voluntarios de España. Eso fue sobre el 59. Y este cuerpo de bomberos muy jóvenes fue el embrión de lo que actualmente es los bomberos de la Generalitat de Catalunya. Llegamos a tener 27 ayuntamientos adheridos en la provincia de Barcelona. En el 62 ya actuamos en esta catástrofe. En aquel momento el Estado español militarizó a los bomberos y a Josep Lluís Fernández, el responsable de los bomberos, le pusieron las estrellas de coronel. Tenía 22 años, como yo. Él llamó a mi coronel en Mallorca y me reclamó. Por eso, al cabo de 48 horas yo ya estaba aquí.


¿Qué te encontraste al llegar?


El desastre. El tren se quedó parado en Les Fonts porque era imposible continuar desde allí a causa del agua y la destrucción de las vías. Así que tuve que venir haciendo autostop hasta Terrassa. Cuando llegué, fui directo al parque de bomberos y estuve una semana sin ir a casa. Dormía a ratos en el Parque de Bomberos y también, en el Auxilio Social de la carretera de Montcada. Estuve destinado a la zona de Ca n’Anglada con otro grupo de bomberos, haciendo batidas por la Riera de las Arena. Buscábamos en las casas embarradas gente viva, pero solo sacábamos cadáveres. La imagen no se me ha ido de la cabeza. Mi hermano Joan con 18 años también estaba ayudando como bombero voluntario, pero nos encontramos las veces contadas y solo nos podíamos saludar porque teníamos muchísimo trabajo. Cada mañana desde la calle Gaudí se distribuían los grupos, que eran destinados a una serie de calles, aunque después, eran los vecinos los que reclamaban los servicios de los bomberos, sobre todo para ayudar a apuntalar su casa o buscar a algún familiar entre las ruinas y el fango.


¿Qué medios tenían a su disposición para llevar a cabo las tareas de rescate?


El equipamiento era completamente diferente. Piensa que nosotros cogíamos los muertos sin guantes, ni existía eso para sacar un cadáver. Pero, los servicios se hacían igualmente con medios más precarios. Por ejemplo, no teníamos máscara en los incendios, solo llevábamos un pañuelo mojado en la cara.

En un primer momento, 30 bomberos se organizaron en diversos grupos y dos se quedaron en el parque recogiendo llamadas y distribuyendo los servicios. Con solo dos motobombas y tres vehículos comenzamos a trabajar.


Ten en cuenta que en el 62 el Cuerpo de Bomberos de Terrrassa estaba formado por 33 bomberos y, paralelamente, recibían las ayudas de una docena de bomberos voluntarios tarrasenses, que éramos los que hacía poco habíamos creado el Cuerpo Provincial de Bomberos Voluntarios, que dependía del Distrito Forestal del Estado.


¿Y qué pasó cuando se fue la electricidad?


¡Ufff! Justo con la oscuridad se fue la corriente eléctrica y la línea telefónica, así que nos dejaron sin ningún tipo de comunicación, ni con el exterior ni entre nosotros. A partir de entonces, los trabajos de salvamiento y búsqueda los tuvimos que hacer de forma improvisada, guiándonos por los gritos de ayuda de los vecinos y bajo una lluvia persistente y en plena noche. Solo nos iluminaban los relámpagos.

“La fuerza del agua fue tan brutal que se llevó todo lo que encontró: casas enteras, paredes, muebles y la gente. Principalmente, la gente”


¿En qué se basaba vuestro trabajo durante las tareas de rescate?


Nuestro trabajo, primordialmente, era ver si en las casas que se habían hundido podía haber alguna víctima viva. Pero, difícilmente las encontramos porque la fuerza del agua fue tan brutal que se llevó todo lo que encontró: casas enteras, paredes, muebles y la gente. Principalmente, la gente. Aquí en Terrassa hubo unos 600 muertos, fue de las zonas más castigadas del Vallés. Y también, unos 200 o 3000. Mil víctimas solo en Terrassa.


Lo que pasaba es que venía mucha gente inmigrada sin recursos y entonces, la gente empezó a vender hasta los terrenos de la orilla de la riera y esa gente se construía ahí sus casas con cuatro vigas. Y eso, la riada del 62 se lo llevó todo. Fue muy fuerte.


El tren que por la tarde venía desde Barcelona se paró porque el conductor vio que no podía seguir. Si hubiese continuado, se hubiese caído y hubiese sido otra catástrofe. En cambio, no hubo ningún muerto.

Entonces, lo que hacíamos después era desbrozar y donde había un coche tapado de barro, mirar si había algún muerto dentro. Y había otros que estaban medio enterrados y los encontrábamos porque sobresalía un brazo. Fue un trabajo de rescate de víctimas. La mayoría de casas de hundieron, aun así, pudimos apuntalar unas cuantas. Aquí también hubo muchos voluntarios porque se tuvo que repartir comida, mantas y coger gente y llevarlas a escuelas para que tuviesen un techo donde dormir. Después ya se hicieron unos barracones y después, pisos. No estaba previsto que pudiese pasar una cosa como está y, además, esta mierda de país no ha tenido nunca equipos preparados para una emergencia. Nunca nos hemos podido poner de acuerdo con el Ministerio del Interior y Protección Civil, han sido una cuadrilla de inútiles. Aquí siempre tendemos a improvisar. Los bomberos estamos acostumbrados porque te encuentras en situaciones muy dispares. Pero hombre, hay cosas y situaciones en las que tienes que tener los protocolos preparados.


¿Cuánto tiempo duraron los trabajos de rescate?


Duraron fácilmente 10 o 12 días sin parar. Después, se fue normalizando. Yo estuve 15 días desde que llegué de Mallorca trabajando.


¿Qué escena es la que más te impactó?


No lo sé, porque estabas muy acostumbrado a sacar cadáveres. Mi hermano, por ejemplo, se dedicó varios días en el cementerio a limpiar de barro los cadáveres para hacerles fotos y poder identificarlos. Había cosas brutales como cuando te encuentras a un niño, que te da mucha lástima porque piensas: ¡ostras! Una vida que se acaba muy pronto. Personas que estaban cogidas a un árbol y ves cómo lucharon por sobrevivir. Situaciones realmente impactantes porque son horrorosas, pero que entran dentro del programa.


¿Vinieron bomberos de otros sitios aquí?


Sí, la mañana del día 26 recibimos la ayuda de diferentes cuerpos de bomberos. Los de Barcelona se dedicaron a trabajar en el sanatorio, los de Manresa estuvieron cinco días, especialmente a la zona de la Rambla y la fábrica Amorós i Mmuntaner, cediendo también un tanque para el transporte de agua. Ya el día 29 recibimos la ayuda de los bomberos de Mataró, que no habían podido venir antes a causa de los trabajos que realizaron en el Maresme y otros pueblos del Vallés. Los bomberos de Sabadell también colaboraron desde el día 26 y, además, trajeron un vehículo, una motobomba y personal a disposición. Los bomberos voluntarios provinciales, venidos de Barcelona también nos echaron una mano desde el principio.


“El gobierno central no hizo nada más que aprovecharse de la situación”


¿Qué ayudas recibisteis del gobierno central?


El gobierno central no hizo nada más que aprovecharse de la situación. Aquí el que hizo una labor magnífica fue Joaquín Soler Serrano, el locutor de Radio Barcelona, que pidió ayudas por toda España y estuvo dos días sin moverse de la silla de la radio.


La delegada del gobierno en Barcelona se llevó un millón de pelas al bolsillo, vendió material que llegó del extranjero por su cuenta. Fueron muy ruines. Mucho. Si por ejemplo se recolectaron 12 millones de pesetas, 8 se llevaron al bolsillo. Un mes más tarde o así vino Franco y se paseó por los lugares de la catástrofe y por los cementerios. Fue una parafernalia.


En todos los años que has estado de servicio, ¿podría comparar la situación de las riadas del Vallés en el 62 con otra?

Esta posiblemente fue la más fuerte en cuanto a números de víctimas. Aunque los bomberos nos encontramos muchas cosas en nuestro día a día y por eso somos más fríos. Nada nos impacta demasiado.

Como profesional, ¿te afecta que la catástrofe sea en tu casa?

A mí, particularmente, no. Puede que sea muy frío en este sentido, pero no me afecta más porque sea en mi ciudad.



Ramón no ha dejado de sonreír en toda la entrevista y pareciese que recuerda las inundaciones del Vallés como una anécdota y no como el desastre que fue. Aunque siempre fue un bombero voluntario, se ve en sus ojos que ha sido su gran pasión. Aquel septiembre de 1962 pudo dedicarse en cuerpo y alma a rescatar a su ciudad. Cuando a la una del mediodía del 25 de septiembre comenzaron a caer las primeras gotas de agua, él estaba en Mallorca haciendo la mili. Vivió las primeras horas del desastre pegado a la radio y aunque llegó dos días después, se encontró una ciudad destrozada y arrasada por las lluvias torrenciales.


Al final de nuestro encuentro, Ramón nos acompaña a la salida. Simpático y muy amable nos despide y nos brinda su ayuda. Dejamos atrás al que un día fue uno de los héroes de las riadas del Vallés.

La cara oculta de las Riadas del Vallés.


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