Las riadas del Vallés: así se vivió en Terrassa, Rubí y Cerdanyola
- Andrea MartÍnez, Víctor Ruiz
- 30 may 2018
- 11 Min. de lectura
En 1962 se produjo una de las mayores catástrofes hídricas de la historia de España. El 25 de septiembre una torrencial lluvia inundó los municipios y ciudades de la comarca del Vallés Occidental. Fue tan contundente que dejó centenares de víctimas mortales y viviendas destrozadas. A causa de este diluvio, los ríos desbordaron y se llevaron todo a su paso. Al día siguiente, la sociedad vallesana estaba desolada y los rumores del día anterior se convirtieron en noticia: las lluvias torrenciales habían hecho desaparecer barrios enteros y con ellos, se habían llevado a los vecinos. La realidad era mucho más dura de lo que se había pensado. Fue entonces cuando los vecinos del Vallés tuvieron que asumir la existencia de miles de refugiados sin techo. Poco a poco las familias que se habían quedado sin casa y que habían podido sobrevivir, fueron trasladándose a centros habilitados.
El Vallès Occidental es una comarca de la provincia de Barcelona, que se encuentra en Catalunya. Tiene una superficie de 583.1 km2 y por su situación geográfica cercana al mar tiene un clima Mediterráneo. Este subtipo de clima templado se caracteriza por inviernos templados y con abundantes lluvias y sus veranos son secos y bastante calurosos. Tanto la primavera como el otoño son estaciones variables en cuanto a temperaturas y a precipitaciones. Aun así, las lluvias no son contundentes y menos en los meses de junio, julio, agosto y septiembre. Pero siempre hay excepciones y aquel septiembre de 1962 fue una de ellas.
La mayor parte de las personas afectadas procedían de suburbios y barracas edificadas cerca de la riera de las Arenas (barrio egarense), el río Ripoll i el Río Seco, y eran inmigrantes del sur de España que habían venido a Cataluña en busca de trabajo. La riada desató entre los vecinos del Vallés una manifestación de solidaridad sin precedentes. Centenares de personas se lanzaron voluntariamente a ayudar con más heroísmo que eficacia, ya que las autoridades no disponían de ningún plan. Así pues, muchas personas anónimas socorrieron a sus vecinos y la marea de voluntarios desbordó las inexistentes estructuras oficiales, así lo cuenta Antonio Romero Caballero, vecino de Terrassa que vivió las riadas.
Terrassa, la antigua Égara romana
La noche del 25 de septiembre Terrassa fue la gran víctima de las riadas que asolaron el Vallés. El agua bajaba torrencialmente por la Riera de las Arenas, destruyendo viviendas enteras con sus ocupantes dentro. Eran casas que habían sido construidas al lado de la riera y por sus entornos.
En la Rambla, donde antiguamente pasaba la Riera del Palau, la situación era apocalíptica. El agua se llevaba todo lo que encontraba por delante: coches, árboles, postes de electricidad. Era una inundación sistemática de locales comerciales, bares, viviendas e industrias, afectando al mismo tiempo las calles laterales y perpendiculares de la misma Rambla, donde se vivieron situaciones extremas de personas que pasaron horas subidos a árboles, buscando no ser arrastrados por la fuerte corriente y así salvar sus vidas. Algunos lo conseguían, pero otros no tuvieron tanta suerte, resultando muertos o desaparecidos. Las pérdidas humanas fueron incalculables en los primeros 30 minutos de la riada.
Una treintena de bomberos se organizaron en diversos grupos y dos se quedaron en el Parque recogiendo llamadas y distribuyendo los servicios. Con solo dos motobomberos y tres vehículos de bomberos comenzaron a trabajar. Sobre las nueve de la noche se cortó el suministro de electricidad y el teléfono, quedando la ciudad incomunicada con el exterior. Dos grupos de bomberos quedaron aislados sin comunicación, uno a cada lado de la Rambla.
Las carreteras que unían Terrassa con Barcelona también estaban incomunicadas. El alcalde Josep Clapés hizo salir un todoterreno con un mensaje de socorro hacia Barcelona, pero el gobernador civil y a la vez jefe provincial del movimiento, el canario Matías Vega Guerra estaba en Madrid, y el alcalde de Barcelona José María Porcioles también había ido a la capital del Estado. Este vacío de poder agravó la situación caótica del Vallés.
Durante toda la noche los bomberos efectuaron decenas de actuaciones y salvamentos, uno de los más destacados, el de la Fábrica Amorós y Muntaner, situada en la parte alta de la Rambla, donde 50 trabajadores habían quedado atrapados y toda la fábrica inundada de agua. Se pudieron salvar 41 trabajadores por los tejados, pero otros 9 murieron arrastrados por el agua. También pudieron salvar a un hombre que había podido subir a un árbol de la Rambla d’Ègara.
En la carretera de Castellar, a la altura de lo que hoy es la Avenida de Barcelona, los bomberos pusieron unas cadenas para ayudar a pasar a la gente y que no se les llevara la fuerza del agua. Todo esto nos lo cuenta Ramón Guinjoan, un bombero voluntario ya retirado que intervino en las tareas de rescate de la riada junto con su hermano y José Luís Fernández, otro bombero voluntario del Parque de Terrassa.
Las escenas de horror y desesperación durante aquellas horas son incontables. Hubo una familia que, subida al tejado de su casa inundada, fue arrastrada por una gran ola de agua juntamente con el edificio, y solo sobrevivió un hombre entre el fango. También hay gente que se pudo salvar refugiándose en el bar Pompeya, en la Rambla de d’Égara esquina con la calle Gutenberg. También se encontró a una mujer aferrada a un tronco con todas sus fuerzas, al final de la rambla, completamente cubierta de barro.
Una de las más impresionantes fue protagonizada por un chico de 20 años que recorrió unos 3 kilómetros por el interior de los colectores de Terrassa, después de caer cuando se hundió la calle Cervantes, hasta salir a la zona sur de la Rambla. La suerte quiso que aquella noche los bomberos no padecieran también aquella tragedia. Segundos después de pasar uno de los vehículos del cuerpo de bomberos por la calle Cervantes, se produjo el hundimiento y los bomberos pudieron sentir el estruendo del derrumbe. En otro lugar, también un grupo de bomberos se salvó por segundos. En el barrio de Poble Nou tuvieron que entrar en una casa que ya estaba descalzada por el agua a recoger todos los ahorros de una familia. Cogieron el dinero y justo después de salir, la casa fue arrasada por el agua. Los bomberos salvaron otra vida.

Riera de Terrassa en la actualidad
De las empresas Aymerich i Amat S.A. y Filatures Badiella no quedó nada, prácticamente desapareció todo el contenido industrial. El mercado de la Independencia quedó todo inundado. En la AEG de la carretera de Castellar se inundaron todos los almacenes. Un hecho destacado fue lo que sucedió con un tren de los Ferrocarriles de Cataluña. Había salido de Barcelona a las 9 de la noche con 105 pasajeros. Después de cruzar los puentes entre les Fonts y Terrassa se detuvo ante la gran tormenta que caía. Desde el tren se veía con la luz de los relámpagos la fuerza con la que la corriente arrasaba coches y troncos de árboles a pocos metros de la vía. El maquinista decidió parar el tren y esperar a que aflojara la tormenta. Los otros dos ferroviarios consiguieron mantener cerradas las puertas del tren ante el pánico de los pasajeros, que querían lanzarse al agua. Pasada la medianoche, cuando descendió el nivel del agua, los 105 pasajeros abandonaron el tren sirviéndose de tablones e iluminándose con diarios y papeles que hacían de antorcha. Los maquinistas permanecieron en el tren hasta el día siguiente. La prensa se hizo eco de su acto, que evitó que cien personas más se añadieran a la larga lista de víctimas.
Con las primeras horas de luz la mañana del 26 de septiembre, Terrassa despertó totalmente cambiada. Las personas que en aquellas horas iban a trabajar no creían lo que estaban viendo, el paisaje era terrible, todo estaba patas arriba, lleno de fango y era imposible circular por la ciudad, nos cuenta Raimundo Aguilar Vargas, otro vecino de Terrassa que vivió el desastre de aquellos días junto a su familia. Los bomberos se dedicaron durante los ocho días siguientes a rescatar víctimas, apuntalar casas, sacar agua, desescombrar y lo que hiciese falta. Para dormir utilizaron el parque y comían donde podían.
A media mañana del día 26 ya se recibió la ayuda de otros bomberos. Los bomberos de Barcelona trabajaron en el sanatorio antituberculoso. Los de Manresa colaboraron sacando agua de casas particulares y fábricas. El día 29 llegaron los bomberos de Mataró, cuyo trabajo era suministrar agua potable a la ciudad. Los bomberos de Sabadell también ayudaron con una motobomba para sacar agua de los subterráneos. Otras colaboraciones fueron las de la Cruz Roja, el Ejército y la Policía Armada, que con cubas de agua que pudieron restablecer el suministro de agua potable en muchas casas. Los Minyons Escoltes hicieron mucho trabajo dirigiendo el tráfico de la ciudad. Muchas mujeres y novias de los bomberos se dedicaron a preparar el avituallamiento para los bomberos y el resto de voluntarios.
El alcalde Josep Clapés, acompañado de una personalidad querían visitar una zona que estaba cubierta de agua y, ante la imposibilidad de poder pasar, un responsable del ayuntamiento les quitó las botas a dos bomberos que estaban trabajando para que el alcalde y su acompañante pudiesen visitar el lugar sin mojarse.
Joaquín Soler Serrano, locutor de Radio Barcelona, difundió la magnitud de la tragedia y organizó la solidaridad en toda España. Esto sucedía la tarde del día 26, dando detalles de la catástrofe y haciendo una llamada a la solidaridad pidiendo ayudas a los damnificados. También puso en marcha la Operación Dinero para recaudar donativos en metálico (hasta 30 millones de pesetas) y la Operación Urgencia para la recogida de material, principalmente ropa, colchones, camas y alimentos, pues la lluvia de 225 litros/m2 causó más de 350 muertes, unos 300 heridos y más de 700 casas destruidas total o parcialmente. En Terrassa las pérdidas en la industria se calcularon por el valor de unos 600 millones de pesetas.
Las ayudas civiles procedentes de fuera de la ciudad tampoco se hicieron esperar, tanto en forma de aportación personal en las tareas de rescate de las víctimas como con aportación de ropa, comida y dinero para los damnificados. Muchos fueron acogidos en domicilios particulares, mientras que la mayoría de personas sin techo recibieron cobijo en edificios de instituciones, empresas y colegios, donde estuvieron asentados unos cuantos meses. Con el dinero donado se formó la Suscripción Nacional, que se gestionaba desde el Gobierno Civil de Barcelona. Años después, se sacó a la luz la corrupción del régimen en cuanto a estas ayudas. Se recogieron más de 200 millones de pesetas (1,2 millones de euros), aunque solo se distribuyeron 165 (990.000 €) entre los afectados.
Los bomberos de Terrassa trabajaron hasta el día 2 de octubre, que culminó con la visita de Franco a Terrassa y a diferentes zonas del Vallés. Ramón Guinjoan, bombero voluntario ya jubilado y que vivió las Riadas del Vallés dedicándose a salvar vidas, afirma que el gobierno central no hizo nada más que aprovecharse de la situación. El diario ABC, sin embargo, abrió el 2 de octubre el periódico con Franco en portada, alabando su acción y su buen hacer para con las víctimas de la Riada.
Al cabo de 40 días volvió a llover. El 4 de noviembre, después de llover toda la noche, los bomberos fueron requeridos a primera hora de la mañana para sacar agua de muchos sitios que habían quedado inundados. A las 10 de la mañana la fuerte lluvia no paraba de caer sobre la ciudad, las rieras de Les Arenes y de El Palau se volvieron a desbordar y la fuerza del agua se volvió a llevar todo lo que se encontraba a su paso: árboles, vehículos, casas medio destruidas de la riada de septiembre, etc. El hecho de que era de día y de que no cogió a la gente desprevenida, evitó desgracias personales. Los bomberos pudieron efectuar todos los salvamentos. Hacia mediodía, se recibió la ayuda de los bomberos de Barcelona, que se dedicaron a sacar agua de muchos puntos de la Rambla.
Por último, el día 7 de noviembre se sufrió una tercera riada. Por la mañana llovió muchísimo y de nuevo de inundaron zonas del barrio de San Lorenzo y de Egara. A parte de hacer muchos salvamentos, el cuerpo de bomberos tuvo que luchar contra escenas de pánico y angustia de los ciudadanos, ya que más de 300 familias se encontraban sin casa. Los bomberos de Barcelona participaron nuevamente en todas las tareas de rescate y avituallamiento. A finales de 1962 una inmensa nevada cubrió toda la ciudad de blanco. A causa de la nieve, la ciudad quedó colapsada y los bomberos tuvieron que volver a trabajar para restablecer la normalidad.
Rubí, la riera roja del Vallès.

Un funeral en Rubí, el archivo municipal de Rubí
En 1962 Rubí era un municipio humilde. No destacaba por su extensa población ni por sus grandes infraestructuras. Aquello más relevante eran sus fábricas que, complementadas con algunas zonas de cultivo, eran una gran atracción de desempleados en busca de una ocupación fija. Tenía tal fama la industria de Rubí que muchas familias se trasladaban de muchos puntos del país para ofrecer su trabajo. El problema llegó cuando las zonas habilitadas para vivir y para construir viviendas se ocuparon por completo.
La gente seguía llegando y no había donde vivir. La opción más fácil fue habilitar una nueva zona para la construcción de casas y así actuó el ayuntamiento. La facilidad de esta solución reside en que la zona estaba desocupada por su alarmante proximidad al río y en que la construcción de estas nuevas casas corría a cuenta de los recién llegados a Rubí. Es por esto que se edificó un barrio totalmente peligroso; por un lado había la posibilidad de un desbordamiento del río y por el otro las casas estaban mal construidas, con materiales baratos y sin apenas soportes para que se sostuviera en pie.
Aquel nuevo barrio duró un par de años. Se le conocía con el nombre de Paseo de la riera dada su situación de extrema proximidad al río. La gente de allí vivía como podía, subsistían con sus sueldos y hacían vida entre aquellos muros de madera. Como no faltaba trabajo, no se podía decir que aquel barrio era totalmente pobre, pero destacaba más por ese adjetivo que los otros barrios de Rubí.

Monumento a la riera en Rubí
Parecía que el plan del ayuntamiento iba viento en popa, pero ya se les había advertido de los peligros que conlleva la edificación a esa altura del río. Ya habían caído algunas lluvias que afectaron mínimamente a aquel barrio, pero la noche del 25 de septiembre se confirmaron los peligros.
Aquel día había estado nublado, con alguna lluvia cerca del atardecer. Se sabía que en Sabadell y Terrassa había caído una buena tromba, pero nada comparado con lo que iba a caer en todo el Vallès sobre las 9 de la noche. La torrenciales lluvias lo inundaron todo.
Cerdanyola: temor sin muertes
Las lluvias excepcionales dejaron Cerdanyola del Vallés quedó sin poder tomar medidas contra la lluvia. En realidad no había mucho de qué preocuparse , porque el pueblo no era un punto de encuentro de los ríos. Cuando empezó a llover, parecía que eso afectaría la vida cotidiana simplemente. El desbordamiento del río seco no tardó del medio día y mostraba la gravedad de la lluvia. El nivel del río se puso entre 4 y 6 metros. La gente ya pensaba solamente en sobrevivir. Los que quedaron fuera de sus casas intentaban defenderse de los árboles arrancados de la tierra por la inundación.
La tormenta era demasiado fuerte, no permitía abrir un paraguas. El municipio se convirtió en una pequeña Venecia. La riera mayor también aumentó el nivel de agua, que llevaba gran cantidad de basura e incluso agua de la alcantarilla. Todas las infraestructuras se estropearon. Pocas casas quedaron en pie: las que estaban construidas legalmente y con cimientos de hormigón.
La Cruz Roja se puso en marcha justo después de haber dejado llover para realizar su tarea solidaria, aunque sufrió de la falta de recursos. Tenía muy pocos voluntarios, uno de ellos era Joaquín Puig. Con unos compañeros sacaron los escombros pero afortunadamente no encontraron cuerpos. Las violentas lluvias los obligaron a dejar de trabajar.
Considerando estos datos, el Ayuntamiento de Cerdanyola decidió restaurar el río seco y la riera mayor para remodelar sus cauces. La mayor parte de los costes de la restauración de la riera es financiado por el ACA (Agencia Catalana de Agua) y el resto por el Ayuntamiento.
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